jueves, 4 de septiembre de 2008

Filípides, y la resistencia triunfante del pájaro




En el norte de Grecia surge una densa nube de polvo. Entre la polvorienta nubosidad, avanzan miles de guerreros. Su jefe es un rey: Jerjes, el monarca persa que ambiciona la tierra helena y que imagina ya el fasto de su ingreso triunfal a Atenas. Pero, a escasos kilómetros de la ciudad de la Acrópolis, decididas y abroqueladas huestes griegas proponen una última batalla. El aire intimidante e invencible del expansivo imperio persa no puede eludir este desafío. Entonces, los dos ejércitos se confunden en la danza ríspida y caótica del combate.

Y los griegos, alimentados por la pasión que motiva el defender la propia tierra, quiebran la lanza invasora.

Los persas se retiran.

La victoria es ya una certeza.

Con extrema angustia, en Atenas todos aguardan el desenlace de los hechos. El general ateniense vencedor, Milcíades, envía a un soldado, Filípides, para que, a toda carrera, marche hasta Atenas para anunciar el triunfo.

Filípides inicia su marcha veloz. Sus piernas estremecidas, sudorosas, atraviesan llanuras y colinas. Los latidos de su corazón siembran en su pecho un vértigo cada vez mas retumbante. A pesar de que sus tobillos ya vacilan, a pesar de un vapor neblinoso que deforma su visión, llega a la ciudad de los filósofos, al Ágora y el Partenón. Reconoce a su alrededor un ansioso y expectante enjambre humano que lo rodea. Esperan una palabra de su garganta estrangulada de fatiga.

Y, entonces, anuncia:

"¡Alegraos, atenienses, hemos vencido!", e inmediatamente después el mensajero se desmorona. Muerto. Su carrera entre Maratón y Atenas fue de 40 kms.

En la Olimpiada de 1896 se organiza la primera Maratón, la prueba por excelencia de la resistencia atlética. La distancia a recorrer es la misma que hace muchos siglos atravesó el soldado corredor anunciador de la victoria griega.

En el hombre, el caminar es rítmica y sosegada sucesión de una pisada tras otra. Cuando un pie se alza, el otro acoge todo el peso corporal y mantiene la fijación en la tierra. En el caminar, siempre algún pie cultiva una permanente adhesión al suelo terrestre. El correr, en cambio, es la imitación del avanzar aéreo del pájaro. En la agitación de rodillas alzadas, de piernas expansivas y músculos tensos, se suceden breves instantes, en que ambos pies flotan en el aire. Con sus brazos arqueados, batientes, el corredor simula el aleteo raudo del ave.

Pero aun el mas veloz atleta humano es pálido pájaro terrestre.

En su vuelo-carrera el humano debe prepararse especialmente para resistir la distancia de 40 kms. El atleta que se prepara en estas lídes se distingue de los otros miembros de su especie. Es especialmente resistente. Es ejemplo de una resistencia soberana. Para conseguir esta condición excepcional no basta con su propio esfuerzo o tenacidad. Son precisas también las pistas o caminos donde entrenarse; son necesarios entrenadores, especialistas en nutrición y competición profesional y eventuales estímulos psicológicos o monetarios.

El atleta profesional es una excepción de su especie. Es la máxima expresión de un atípico poder de resistencia.

En las aves migratorias, la resistencia extrema es un atributo repetido y difundido por igual entre todos sus miembros. No es una aristocrática excepción.

Ya hemos mencionado el caso del charrán ártico, el mas poderoso viajero de nuestro planeta. Pero son muchos otros los ejemplos de la travesía heroica de las aves. El chorlito americano recorre 4000 kilómetros sin pausas entre Alaska y Hawaii; un colibrí rubí vuela 800 kilómetros diarios a razón de 80 kms por hora; el papamoscas de vientre sulfuroso viaja de 3000 a 4000 millas para llegar a la cuenca del Amazonas luego de iniciar su travesía en montañas próximas al Río San Pedro. Las cigüeñas, por su parte, construyen sus nidos en el nordeste de Europa y, en el otoño, vuelan hasta 10.000 kilómetros para arribar al sur de África. La parela pichoneta es un ave marina que vive el verano en las rocas de las islas del oeste de Europa; y, durante la estación otoñal, recorre el Atlántico hasta alcanzar las costas de Brasil y Uruguay. Lo mismo que que las cigüeñas, sus gotas de sudor empapan alrededor de 10.000 kilómetros.

Pero un caso singular es el del vencejo. El vencejo es un magnifico prodigio volador (foto arriba izquierda). Se alimenta mediante la caza de insectos. ¡Puede dormir y copular durante el vuelo! Y anidan por tres meses en el Norte de Europa y luego viven en el cielo. Día y noche. Sin regresar a la quieta y firme tierra para descansar.

Numerosas aves de gran porte se disponen en una formación de "V" para recorrer grandes distancias. Esta disposición geométrica responde a fines aerodinámicos. El batidos de las alas de los pájaros que vuelan delante produce torbellinos y corrientes de aire ascendente en los costados que son aprovechados por los alados viajeros que aletean detrás. La "V" del vuelo colectivo de las aves se nos ocurre algo mas que un atributo instintivo o mecánico. En aquella "V" una arbitrariedad poética sospecha una señal de la victoria, de la heroica resistencia en vuelo de los únicos señores de las alturas.

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