viernes, 24 de abril de 2009

¡Ja!... ¿y qué?

Filosofía avícola



¿Qué estuvo antes: el huevo o la gallina?

Se aceptan sugerencias...

Una gallina



Era una gallina de domingo. Todavía vivía porque no pasaba de las nueve de la mañana. Parecía calma. Desde el sábado se había encogido en un rincón de la cocina. No miraba a nadie, nadie la miraba a ella. Aun cuando la eligieron, palpando su intimidad con indiferencia, no supieron decir si era gorda o flaca. Nunca se adivinaría en ella un anhelo.

Por eso fue una sorpresa cuando la vieron abrir las alas de vuelo corto, hinchar el pecho y, en dos o tres intentos, alcanzar el muro de la terraza. Todavía vaciló un instante -el tiempo para que la cocinera diera un grito- y en breve estaba en la terraza del vecino, de donde, en otro vuelo desordenado, alcanzó un tejado. Allí quedó como un adorno mal colocado, dudando ora en uno, ora en otro pie. La familia fue llamada con urgencia y consternada vio el almuerzo junto a una chimenea. El dueño de la casa, recordando la doble necesidad de hacer esporádicamente algún deporte y almorzar, vistió radiante un traje de baño y decidió seguir el itinerario de la gallina: con saltos cautelosos alcanzó el tejado donde ésta, vacilante y trémula, escogía con premura otro rumbo. La persecución se tornó más intensa. De tejado en tejado recorrió más de una manzana de la calle. Poca afecta a una lucha más salvaje por la vida, la gallina debía decidir por sí misma los caminos a tomar, sin ningún auxilio de su raza. El muchacho, sin embargo, era un cazador adormecido. Y por ínfima que fuese la presa había sonado para él el grito de conquista.

Sola en el mundo, sin padre ni madre, ella corría, respiraba agitada, muda, concentrada. A veces, en la fuga, sobrevolaba ansiosa un mundo de tejados y mientras el chico trepaba a otros dificultosamente, ella tenía tiempo de recuperarse por un momento. ¡Y entonces parecía tan libre!

Estúpida, tímida y libre. No victoriosa como sería un gallo en fuga. ¿Qué es lo que había en sus vísceras para hacer de ella un ser? La gallina es un ser. Aunque es cierto que no se podría contar con ella para nada. Ni ella misma contaba consigo, de la manera en que el gallo cree en su cresta. Su única ventaja era que había tantas gallinas, que aunque muriera una surgiría en ese mismo instante otra tan igual como si fuese ella misma.

Finalmente, una de las veces que se detuvo para gozar su fuga, el muchacho la alcanzó. Entre gritos y plumas fue apresada. Y enseguida cargada en triunfo por un ala a través de las tejas, y depositada en el piso de la cocina con cierta violencia. Todavía atontada, se sacudió un poco, entre cacareos roncos e indecisos.

Fue entonces cuando sucedió. De puros nervios la gallina puso un huevo. Sorprendida, exhausta. Quizás fue prematuro. Pero después que naciera a la maternidad parecía una vieja madre acostumbrada a ella. Sentada sobre el huevo, respiraba mientras abría y cerraba los ojos. Su corazón tan pequeño en un plato, ahora elevaba y bajaba las plumas, llenando de tibieza aquello que nunca podría ser un huevo. Solamente la niña estaba cerca y observaba todo, aterrorizada. Apenas consiguió desprenderse del acontecimiento, se despegó del suelo y escapó a los gritos:

-¡Mamá, mamá, no mates a la gallina, puso un huevo!, ¡ella quiere nuestro bien!

Todos corrieron de nuevo a la cocina y enmudecidos rodearon a la joven parturienta. Entibiando a su hijo, ella no estaba ni suave ni arisca, ni alegre ni triste, no era nada, solamente una gallina. Lo que no sugería ningún sentimiento especial. El padre, la madre, la hija, hacía ya bastante tiempo que la miraban sin experimentar ningún sentimiento determinado. Nunca nadie acarició la cabeza de la gallina. El padre, por fin, decidió con cierta brusquedad:

-¡Si mandas matar a esta gallina, nunca más volveré a comer gallina en mi vida!

-¡Y yo tampoco -juró la niña con ardor.

La madre, cansada, se encogió de hombros.

Inconsciente de la vida que le fue entregada, la gallina empezó a vivir con la familia. La niña, de regreso del colegio, arrojaba el portafolios lejos sin interrumpir sus carreras hacia la cocina. El padre todavía recordaba de vez en cuando: ¡"Y pensar que yo la obligué a correr en ese estado!" La gallina se transformó en la dueña de la casa. Todos, menos ella, lo sabían. Continuó su existencia entre la cocina y los muros de la casa, usando de sus dos capacidades: la apatía y el sobresalto.

Pero cuando todos estaban quietos en la casa y parecían haberla olvidado, se llenaba de un pequeño valor, restos de la gran fuga, y circulaba por los ladrillos, levantando el cuerpo por detrás de la cabeza pausadamente, como en un campo, aunque la pequeña cabeza la traicionara: moviéndose ya rápida y vibrátil, con el viejo susto de su especie mecanizado.

Una que otra vez, al final más raramente, la gallina recordaba que se había recortado contra el aire al borde del tejado, pronta a renunciar. En esos momentos llenaba los pulmones con el aire impuro de la cocina y, si se les hubiese dado cantar a las hembras, ella, si bien no cantaría, cuando menos quedaría más contenta. Aunque ni siquiera en esos instantes la expresión de su vacía cabeza se alteraba. En la fuga, en el descanso, cuando dio a luz, o mordisqueando maíz, la suya continuaba siendo una cabeza de gallina, la misma que fuera desdeñada en los comienzos de los siglos.

Hasta que un día la mataron, se la comieron y pasaron los años.

FIN

Atahualpa y las aves



(Fragmento de una entrevista a Don Ata)

"Grande fue nuestra sorpresa al conocerlo cuando se despachó:
- "¿Usted sabe como se llama la calandria?,
y con cierta insolencia le respondimos que - "sí,Mimus saturninus!".
Nos respondió:
- "No, paisano, Mimus saturninus modulator para ser preciso",
a lo que respondimos con una cara de asombro y con la boca abierta y que cerramos al escuchar:

-"Mimus" porque imita a otros pájaros,
"saturninus" porque canta al amanecer cuando se ve saturno
y "modulator" porque canta lindo y modula bien".

Atahualpa y las aves


"Vuelo porque no me arrastro,
que el arrastrarse es la ruina;
anido en árbol de espina
lo mesmo que en cordilleras
sin escuchar las zonceras
del que vuela a lo gallina."

jueves, 23 de abril de 2009

¿Porqué mirar aves?




Alguna vez se me preguntó por qué recorría distancias, abandonaba familia, obligaciones y tranquilidad, para elegir desiertos, selvas o montañas, con el único objeto de ver unos animalitos emplumados. Respondí que era para entender al hombre. La afirmación, clara para los iniciados, no lo es para quienes nos contemplan asombrados. En la naturaleza recuperamos algo de lo que fuimos, nos bañamos en humildad y entendemos mejor nuestro comportamiento, al observar la vida animal desprovista de maquillaje cultural. Percibimos, en el amoroso cuidado de los pichones, en la violenta defensa del territorio, en la apasionada búsqueda de la pareja, en el instinto de conservación de la vida, nuestro propio primitivismo. Pero estos trazos no completan el cuadro. Lo cierto es que la mayoría se acompaña para siempre por una pasión indeclinable. En la Argentina, con pocos años de historia, los observadores suman miles. Millones en Europa. Algo significa. Hay ornitófilos a los que sólo los guía el placer de una jornada de campo; algunos persiguen el hallazgo científico; otros buscan en el placer estético, en la belleza de algún pájaro, en el canto melodioso, o en el vuelo de los más, una fuente inspiradora. Hay quienes, al apartarse de conflictos y miserias humanas, consiguen, imitando a las aves, despegar de la tierra. Quizá lo expuesto no alcance a explicarlo todo. Aun así, al descubrir en el bosque y la llanura cómo florece la existencia nos convertimos en celosos guardianes de ese mágico proceso llamado vida. Aunque sea sólo por eso, valdrá la pena elevar la vista al cielo para seguir un armonioso vuelo.

Canción de los horneros



En la cumbrera´e mi rancho
anidaron dos horneros
y yo parezco un extraño
y el rancho parece de ellos.

Dentro solo, salgo solo,
siempre solo voy y vengo
juntos los hallo en el campo
y el campo parece de ellos.

Juntos trabajan y cantan
y tuito lo hacen contentos;
yo no se si a mi me miran
con lastima o con desprecio.

Ni se asustan cuando paso,
como si yo fuera un perro
que ni estorbo ni hago daño
y me dejan andar suelto.

Ansina vivo en mi rancho
dende que solo me veo;
enantes otro era el nido
y el mundo parecia nuestro...

¡Rogale a Dios, hornerito,
que no te pase lo mesmo!

La pedagogía de los pájaros.

lunes, 20 de abril de 2009

Diario de un cardenal


1.
Entre las hojas oscuras
de la enredadera
el cardenal mostró
el color más vivo
del atardecer.


2.
El cardenal anda
lo más tranquilo:
no hay chicos
que lo corran.


3.
Le das maíz
y viene.
El cardenal ya entiende:
encuentra,
entre nosotros
su hogar.


4.
Quién sabe
por donde,
pero ha entrado
a la pieza.
También yo
me asusto
y golpeo, ciego,
contra los vidrios
y busco salir.


5.
Las gallinas
lo quieren picar.
Y tenés miedo
por el gato,
que finge dormir
cuando campanea
la siesta del cardenal
en la enredadera.


6.
Es lo hermoso,
decís, lo hermoso:
el rojo más vivo
en la cabecita
y el pecho,
como una medalla.
Inmóvil, oculto
tras una chapa,
uno no se cansa
nunca de mirar.


7.
Ya entendemos:
en el cardenal,
en el rojo solar
para siempre
encendido,
late
el hogar.

El pájaro




Un silencio de aire, luz y cielo.
En el silencio transparente
el día reposaba:
la transparencia del espacio
era la transparencia del silencio.
La inmóvil luz del cielo sosegaba
el crecimiento de las yerbas.
Los bichos de la tierra, entre las piedras,
bajo la luz idéntica, eran piedras.
El tiempo en el minuto se saciaba.
En la quietud absorta
se consumaba el mediodía.

Y un pájaro cantó, delgada flecha.
Pecho de plata herido vibró el cielo,
se movieron las hojas,
las yerbas despertaron...
Y sentí que la muerte era una flecha
que no se sabe quién dispara
y en un abrir los ojos nos morimos.

martes, 7 de abril de 2009

El baño.



En una pequeña lagunita
que en la calle
dejó la lluvia
un gorrión se baña
en esta mañana.
Mete en el agua
la cabecita,
luego se sacude
abriendo las alitas.
¡Qué bien se baña
el gorrioncito!
Así parece
un alegre chico.

lunes, 6 de abril de 2009

Francisco y los pájaros.


Cuando Francisco predicaba el amor a los pájaros,
lo escuchaban, aleteaban, gorjeaban
hacia el cielo azul, como bandada de palabras

Liberadas por broma de sus labios de santo.
Luego volvían revoloteando, zumbando alrededor de su cabeza;
hacían piruetas sobre las capas de los hermanos,

bailaban sobre el ala, por puro gozo ya tocaban
y cantaban, levantaban el vuelo como imágenes.
Tal fue el mejor poema de Francisco,

Su argumento, sincero, y su tono tan leve.

domingo, 5 de abril de 2009

Pájaro de rodillas



Cantor que canta es pájaro
pechito de semillas
cantando en la taberna
o con la voz enferma
no canta de rodillas.

Puedes verlo agitando
las alas amarillas
con los ojos cerrados
y el corazón cansado
más nunca de rodillas.

No puede el pajarito
paradito en su horquilla
o en la rama más alta
o en la humilde gramilla
ponerse de rodillas.

Hablo del pajarito
y de su cancioncilla
que puede nacer cierta
que puede nacer muerta
pero no de rodillas.

No hay canto verdadero
ni canción tan sencilla
que el pájaro al cantarla
para más entregarla
la ponga de rodillas.

Y no defiendo al canto
sino a la pajarilla
de papel que hace un trino
mañana un desatino
más nunca de rodillas.

Y el que canta al tirano
no es pájaro ni es nada
es reptil del pantano
cloqueando para el amo
de rodilla doblada.

Cantor que canta es pájaro
pechito de semillas
cantando en la taberna
o con la voz enferma
no canta de rodillas.