sábado, 21 de julio de 2012

Elogio al gorrión



Nadie te pudo enjaular.
Yo que envidio tu bravura,
Gorrión, te voy a elogiar.

Te llaman gringo, gorrión,
Intruso, paria, extranjero,
Te llaman gringo ladrón.

No hay más que tú en la ciudad,
comunista sin programa ­
que viva en fraternidad:

Primero dijo un gorrión:
"La propiedad es un robo",
después lo escribió Proudhon.

jueves, 19 de julio de 2012

Golondrinas (Tango)



Golondrinas de un solo verano
con ansias constantes de cielos lejanos.
Alma criolla, errante y viajera,
querer detenerla es una quimera...
Golondrinas con fiebre en las alas
peregrinas borrachas de emoción...
Siempre sueña con otros caminos
la brújula loca de tu corazón...

Criollita de mi pueblo,
pebeta de mi barrio,
la golondrina un día
su vuelo detendrá;
no habrá nube en sus ojos
de vagas lejanías
y en tus brazos amantes
su nido construirá.
Su anhelo de distancias
se aquietará en tu boca
con la dulce fragancia
de tu viejo querer...
Criollita de mi pueblo,
pebeta de mi barrio,
con las alas plegadas
también yo he de volver.

En tus rutas que cruzan los mares
florece una estela azul de cantares
y al conjuro de nuevos paisajes
suena intensamente tu claro cordaje.
Con tu dulce sembrar de armonías
Tierras lejanas te vieron pasar;
otras lunas siguieron tus huellas,
tu solo destino es siempre volar.

martes, 17 de julio de 2012

La risa del Pirincho


En el tiempo en que Don Júpiter repartía sus dotes a todos los bichos vivientes (tan variados, tan caprichosos, tan admira­bles), se presentaron ante su trono sacro los Pirinchos y dijeron:

-Sacro y Cesáreo Señor, a cada quisque has dado su propio gaje: a la Calandria el canto, al Aguilucho el vuelo, a la Lechuza la reflexión, al Casero la habilidad y a la Golondrina el deporte. Queremos que a nosotros nos des la risa.

-¿Para qué? -preguntó el padre de los dioses y de los hombres.

-Para reírnos todo el santo día y así ser felices.

-Hum -dijo el Tonante-, sin que crea yo con Schopenhauer que el dolor es la fuente de la filosofía, me parece sin embargo que la demasiada alegría entontece. ¿Ustedes creen que la mucha alegría es lo mismo que la felicidad? La felicidad, si la hay en la mortal vida, debe ser una cosa más honda...

-A cada cual -replicó el Pirincho-, que se le dé lo que pide, y cada cual se arreglará como pueda. Ese es el trato.

-Amén, hijo, y que San Pedro te lo bendiga. Afuera ahora, y dejen cancha.

Ahora bien, los Pirinchos nunca han sido muy vivos de la cabe­za. Pero desde aquel día que empezaron a reírse a carcajada seca de una hojita que caía, del viento que soplaba, o bien de nada, por el puro gusto de reírse todo el santo día, los pobres fueron empeo­rando. La segunda generación de pirinchos salió zonza, zonza en crudo, sin atenuantes; y la tercera, estúpida de solemnidad, como ahora, incapaces de la menor especulación intelectual. No saben cuándo va a cambiar el tiempo, tropiezan con los hilos del teléfono y con las ramas, no aciertan a pararse y a equilibrarse y hacen unas nidos... ¿Ustedes no conocen un nido de pirincho? Es un montón informe de ramas donde una docena ponen sus huevos en común. Eso les faltaba. Se han hecho comunistas los pobres.

La golondrina



Tú eres feliz -dijo el Ruiseñor a la Golondrina-. Se conoce en tu parloteo vivaz, en tus movimientos sueltos, en tu habilí­simo patinaje aéreo que raya ahora las nubes más altas para descender luego fugazmente con una maravillosa rúbrica a rasar las aguas del lago en curvas armoniosas. ¡Qué vivaracha eres y qué graciosa, muchacha!

-¿Es lo mismo estar alegre que ser feliz? -dijo ella.

-No sé -dijo él-. Pero tú eres feliz.

-¿Y cómo no he de serlo si soy sencilla, soy artista y soy amada? A mí­ me basta para casa un rancho mitad paja y mitad barro; no le pido mucho a la vida. Yo soy artista y alabo a Dios por la belleza de las cosas. Y procuro ser buena; soy inofensiva y no hago mal a nadie.

-Yo también soy artista -dijo el Ruiseñor-; y sin embargo mi garganta rompe muchas veces en sollozos agudí­simos.

-Es que tú produces para el público, cantas para ser oí­do por los hombres y los pájaros y tu mujer y tus hijos. Yo canto para mí­, y cuando siento la belleza del cielo vespertino o el encanto del amanecer desahogo mi admiración por las cosas de Dios en gorjeos, sin preocuparme de poner mis internas armónicas en solfas inteligibles. Y así­ nunca he progresado en la técnica y mis chirridos alegres son tan iguales y tan monótonos como el canto de mi vecino el Grillo violinista o la Chicharra guitarrera.

-Yo -dijo el Ruiseñor- intento comunicar a todos mis hermanos de la creación el sentimiento del fulgor del rostro divino que percibo en las cosas. Eso me causa a veces dolores como de parto, pero también gozos muy subidos. Tus alegrí­as son egoí­stas. No hay felicidad fuera del amor, y el amor es comunicación. Se me figura que yo ocupo un lugar más alto que tú en la escala de los seres, alegre muchacha volandera.

-Me tiene muy sin cuidado -contestó la Golondrina a quien ya quemaba las patas el alero en que se habí­a asentado por cinco minutos-. ¡A volar! Adiós, genio.

¿Y qué moraleja sacaremos de todo esto?, pregunto yo, Dios mío, no lo sé. Pero esto fue lo que se dijeron el Ruiseñor y la Golondrina.

El zorzalito



Salió del nido una tarde de verano, dio un revuelo con sus alas todavía un poco inseguras, se sentó en la copa del aguaribay, emitió un silbido agudo que hizo callar atento a todo el monte, y después ensayó un gorjeo y luego un trino que salió lleno y limpio como el viento de la tarde entre las hojas.
El mismo extrañaba la potencia y agilidad de su garganta. La calandria, para oírlo mejor, voló hasta su rama en silencio. El Zozalito entusiasmado había iniciado una magnifica sinfonía. El zumbido de la brisa, las quejas de las hojas, la orquesta rumorosa del amanecer, el aliento de la noche estrellada, el grito de los árboles bajo el sacudón de la tormenta, todas las hondas y se vertieron en el silencio crepuscular convertidas en sonidos tan hermosos que la Calandria creyó que ella misma nunca había entendido el monte hasta el momento…
Calló el zorzalito y se hizo un silencio armonioso en el monte. Y entonces un Gorrión superficial que no entendía de música, exclamó bruscamente:
- Qué feo queda. Cuando hincha la garganta parece un sapo.
Y la Calandria, el Jilguero, el Tordo, el Cardenal y el Boyero, que entendían de música, arrobados en su admiración, no dijeron nada.
El Zorzalito levantó el vuelo todo cortado, y se perdió a lo lejos convencido de haber hecho un papelón. Y desde aquel día ya no cantó jamás. Porque cuando el corazón le pedía canto, le venía a las mientes la imagen de la garganta del sapo y el alma se le caía a los pies, amargado para siempre por aquella primera y repentina desilusión…
Los que entienden, que alaben a los que valen, no sea que vengan los que no valen y se hagan dueños del mundo.

domingo, 15 de julio de 2012

Al hornero


Tirar un nido de hornero,
es romper el sacrificio
de'se construtor de oficio
que's solo un humilde obrero.
Elije el lugar, primero;
a su tiempo el barro escoje...
En el pico lo recoje,
luego lo yeva volando,
y paciente va moldiando
un ranchito que lo aloje.

Su canto no es melodioso.
No tiene un trinar pulido.
Ni tampoco su vestido
es de un plumaje briyoso.
Pero canta de alborozo
cuando nace la mañana,
o cuando la tarde ufana
se pierde en el horizonte,
la saluda dende el monte
con manera campechana.

Cuando su instinto ha'lvertido
que hay algún peligro cerca,
su canto, es clarín de alerta
avisando el sucedido.
Mostrándose precavido
bien visible se mantiene,
hinchando el pecho sostiene
(mezcla de canto y coraje),
aletiando entre el ramaje
ande el peligro previene.

Si cerca del rancho anida
de algún tranquilo paisano,
ya andará dende temprano
haciendo su recorrida;
le dará la bienvenida
al sol que baña el cardal:
luego se irá pa'l corral
entre saltito y volido...
Por tuito te han distinguido
¡el pájaro nacional!

(20/4/1972)

Chajá

(Pintura: Carlos Montefusco)

Se luce tu estampa altiva
en la costa del bañao
como un antiguo soldao
previniendo una ofensiva.
En tu vista atenta estriba
el grito seco que alvierta
ante alguna forma incierta
o un estraño movimiento,
quedando enancao al viento
tu ¡"Chajá... chajá!" de alerta.

Cuando no te alcanza el suelo
pa'oservar la lejanía,
por centinela y vigía
ya dentrás a alzar el güelo;
te haces un punto en el cielo
por la altura que buscás,
y ayá arriba te quedás
cuasi sin mover las alas,
de baquiano haciendo galas
por lo lindo que volás.

Vos puesteriás el bañao
con tu compañera en yunta
(no sos amigo de juntas
ni de andar amontonao).
Tu paso grave... pausao,
el mirar fijo y serión,
te dan aire de patrón
pero honrando la verdá,
sos centinela "¡Chajá!"
por herencia y tradición.

(5/11/1981)

Cardenal

(Foto: Aníbal Parera)

Luce chaqueta plomiza,
usa blanco chiripá,
y en el gorro manga está
el punzó de una divisa.
Hoy mi canto te humaniza
pajarito trovador,
porque no falta el cantor
que te envidea y no por mal,
pues tu canto, "Cardenal",
de lo güeno es lo mejor.

Inquieto en la casuarina
avispao y saltarín
soltás al aire el clarín
de tu libertá genuina.
Tu estampa de gala fina
viste lujoso plumaje,
mostrando un algo tu traje
de apariencia patriarcal
por eso que hoy, "Cardenal",
yo te dejo mi homenaje.

(3/11/1981)

Cabecita negra

(Foto: Ramón Moller Jensen)

Como gambetiando el pial
de algún invisible lazo
dejás en el aire el trazo
de tu güelo sin igual;
le ponés punto final
al atracarte a unos talas,
y en la rama de hojas ralas
que acomodás tu figura,
al verdor se le mistura
lo amariyo de tus alas.

Tu cabecita tiznada
alzás airosa en el canto
y al talar, lo cubre el manto
de tu endecha improvisada.
Yo te miro a la pasada
demientras gozo tu trino,
que sin ser sabio adivino
que'n él, el campo se alegra,
pues sos, "Cabecita Negra",
¡crioyo payador genuino!

(2/11/1981)

Tijereta

(Foto: Ignacio Hernández)

Usas negro serenero
y al cueyo blanca goliya
que bajo el sol lindo briya
y te da un toque campero;
pa'cubrir un poco el cuero
yevás chaleco grisácio
y en tanto que yo dispacio
al dir tranquiando te miro,
vos hacés giro tras giro
en derredor de'un acacio.

Aunque no sos pendenciero
tercias dos dagas al cinto,
a mi entender... por instinto,
ya dije no sos matrero.
El tuyo es otro entrevero
sigún mi cencia interpreta:
con las dagas como aleta
le sacas lonjas al aire,
y elogiando tu donaire
yo te canto ¡"Tijereta"!

(8/11/1981)

Boyerito


Enhorquetao sobre el lomo
de un crioyo petizo bayo
mostrando ser de a cabayo
te movés con mucho aplomo.
Es capaz que'l mayordomo
te dio a cuidar el rodeo
y por eso aura te veo
con la blusa amariyenta,
que andás echando una cuenta
entre aleteo y aleteo.

Cubriendo un tanto la blusa
y medio volcao pa'atrás,
de abrigo un poncho torcaz
tu crioya presencia acusa;
como el paisano que tusa
te refalás suavecito;
a veces... soltás un grito,
y cuando no hay pingo alguno
dende el lomo de un vacuno
seguís siendo ¡"El Boyerito"!

(8/11/1981)

El pecho colorao

(Pintura: Luis Nuñez)


Alambrao de cinco hilos
con muchos años de'hecho,
y en un poste- a corto trecho-
estabas al sol, tranquilo.
Tu pecho era un rejucilo
en lo oscuro de tu manto;
quizá te'spantaste un tanto
porque yo pasé al galope,
y al volar, pusiste al tope
los gorjeos de tu canto.

Tu pecho es sol de un ocaso
que va engolviendo la noche,
y tus alas, el derroche
de un luto de antiguo trazo.
Pienso que'l dolor -acaso-
te emplumó oscuro tapao,
y en el pecho ensangrentao
se representa esa herida
que hoy es tu mancha lucida:
"¡crioyo Pecho Colorao!"

domingo, 1 de julio de 2012

Brasita de fuego

(Pintura: Carlos Montefusco)

Paradito sobre un cardo
que hace rato está sin vida,
como una chispa encendida
o como ensangrentao dardo,
poniéndole vida al pardo
color de seca alcachofa,
que por vieja, triste y fofa
el viento hamaca en un juego,
te vi, "Brasita de Fuego",
y aura te brindo mi estrofa.

Por crioyo te estiendo el brazo,
porque el latir de tu vida
como una cosa sentida
revolotea a mi paso.
Yo te saludo, amigazo,
dende el lomo de mi flete,
y aunque tu ser no interprete
mis palabras, dende luego,
un adios color de fuego
me regaló tu copete.

Garza azul con hibiscus

Bambú y pájaro