viernes, 31 de octubre de 2014



Un pájaro
alza vuelo a ras de la playa,

un pájaro o un mundo
                 abriéndose

                                 de par en par;

                                         como está abierta
                                          la vida
                                          cuando vemos
                                                          que está mostrando,
                                                                       cuando la miramos
                                                                                        sin buscar un porqué.

Yo soy un gorrión


¿Sabe Ud... quién soy yo?
Yo soy un gorrión,
un pedacito de niebla
con ojos color marrón.
...................................

Yo no envidio el cantar de los canarios
porque nunca han vivido en libertad,
yo prefiero ser como la niebla,
posarme un instante y levantar...

Levantar mi vuelo de amoríos
aunque el mismo me fulmine por amor...
Mi vida es un símbolo y no muere,
mi vida es la vida de un gorrión.

El sol aunque tan viejo, cada día,
me sorprende con un nuevo amanecer;
yo me visto de hollín en las terrazas,
bebo un trago de su luz y salgo a ver...

Veo como crece Buenos Aires,
con los ojos llorosos de gasoil
y miro morir triste a San Telmo
destripado en caños de dolor.

Yo que habito en palacete o conventillo
no me falta la ocasión de conversar
con amigos pobres en las plazas,
y con pobres ricos de ciudad .

Conversamos mucho de la vida,
de la muerte caminando a la par;
amigo a vivir yo te convido
a vivir como un gorrión en libertad.

Ven conmigo te he de enseñar
a vivir la vida y a amar,
ven conmigo blanco doctor
yo te prestaré mi overol.

Ven conmigo niño a jugar
tengo plaza y migas de pan,
venga usted, abuelo también,
tengo un diario que no es de ayer.

Vengan todos cuerdos o no
quiero verlos lleno de hollín,
vengan todos que hay que vivir
 esta vida en libertad.

Vengan todos quiero enseñar
lo que es amar, lo que es curar,
lo que es jugar, lo que es soñar,
lo que es vivir, vivir, vivir....

Viviiiir en libertad!!







jueves, 9 de octubre de 2014

El Gorrión de Londres (Traducción del poema: "The London Sparrow")

Cien años me parece que hace que te perdí, 
¡maravilloso mundo de los pájaros! 
¡Oh, pájaros benditos que revuelan, 
zorzal de pico de oro que trina dulcemente 
tras las lluvias de abril, 
mística voz del cucu en la espesura, 
y pico carpintero de los campos oreados, 
y sobre todos ellos, remontadora alondra 
por quien el cielo azul palpita en éxtasis! 
No sólo en esta isla; más allá de los mares 
que la circundan, lejos vuela, rauda memoria 
a más brillantes tierras, y recuerda 
a la paloma y a la golondrina, 
y la garrulería de los loros 
en los templados bosques, 
y los vastos pantanos encantados 
donde moran el ibis y el flamenco. 


Y es de esos mundos de donde he venido 
hasta este triste Londres que ahora habito contigo, 
¡oh gorrión!, y a menudo no me queda 
otro amigo que tú en mi soledad. 
Como el desesperado prisionero en su celda, 
oye cantar al grillo y su chirrido 
lo hace olvidar al sol y a la alegría. 
¡Oh, callejero, nómade y alado, 
pájaro polvoriento, pequeño basurero, 
tu solo nombre ya enfurecería 
al ambicioso bardo; 
sorpréndate ostentar esta victoria! 
Porque yo he conocido a los monarcas 
y a los gloriosos nobles de tu raza; 
— humilde y ruin embajador tú eres — 
los pájaros de crestas imperiales 
y purpúreos vestidos de espléndida escarlata, 
blancos cisnes nupciales, 
y miles de tanagras teñidas de arco iris. 

¿Cómo pudiste renunciar a tus fueros? 
¿La libertad del bosque donde había 
fuentes para tu sed, sabrosas frutas, 
has cedido por esto? ¿Y largos años 
de voluntario exilio de la dulce Natura, 
has vivido nutriéndote de mohosas migajas? 
¡Oh innoble pájaro!, 
prisionero en atmósfera sombría, 
desoladora, todo lo ennegrece, 
eres como moneda ya ilegible 
aun para el anticuario más astuto. 
Has perdido las marcas que señalan tu clase, 
el brillo que te dio Naturaleza, 
nebuloso y confuso aun para el ornitólogo. 
eres, pájaro ambiguo, una cosa ofensiva. 
A veces a mí mismo me enoja tu organillo 
que hace volar todos mis pensamientos, 
y hasta te entregaría a la justicia. 
No tienes el recato de tu especie 
ni la veneración hacia el hombre temible, 
bullanguero insolente, enhollinado, 
eres para el artista 
el deshollinador entre los pájaros. 

Rudamente te hablo con libertad de amigo, 
y sé que sin embargo 
yo te amo, gorrión, y son tus voces 
para mí que he vivido en tierras del verano, 
sensibles portadoras de alegría, 
como aquel que pasea solitario 
y al caer de la tarde escucha el canto 
del petirrojo, en soledad de invierno. 
¡Oh, mi perdida Musa! Si aún perdura 
tu espíritu después de largo olvido, 
debes agradecerlo 
a este fiel bienvenido visitante, 
cuyo pequeño silvo se destacó 
entre la discordancia de los ruidos, 
como la flor que en primavera brota 
entre las rocas desoladas, para alegrar mi exilio, 
y hacer sonar de nuevo mi ya antiguo 
y mohoso instrumento, 
el que antaño tañía; 
y cantaré al gorrión mi último cántico, 
aunque bajo mis dedos den las cuerdas 
un extraño sonido; 
el del tiempo que todo lo transforma. 


Alta y jovial suena tu voz al alba 
entre escasos y débiles sonidos, 
antes que sordos truenos subterráneos 
a sacudir comiencen a las casas. 
y se llenen las calles de tránsito ruidoso. 
Ya da tu voz su bienvenida al día. 
¡Pero a qué día! 
Sucio y triste su rostro 
envuelto entre neblinas incoloras y heladas, 
se agazapa con pasos silenciosos 
por las oscuras calles solitarias. 
¿No se parece acaso como hermana y hermana 
a la pobre mujer cuyas mejillas 
ostentan su miseria, ya tristes y arrugadas 
por las lluvias nocturnas 
bajo los arcos del amargo puente? 

— ¿Cómo puedes, gorrión, dar bienvenida 
al día tempestuoso, 
desde este tu refugio en la ventana, 
o allá en las chimeneas 
cambiadas por las ramas que susurran al viento, 
bajo las tejas que el hollín ensucia, 
preferidas al toldo de las hojas? 
Sube hediondo vapor de las sórdidas casas 
en vez de la fragancia de las flores. 
En cambio de los bosques estrellados 
esta desolación que espanta, 
este desierto de edificios rígidos 
sucios de humo, que el espectro habita 
de la miseria. Y las vetustas torres 
de nubes y de piedra 
las casas gigantescas, y castillos 
de desesperación, iluminados 
por vacilantes luces. 
¿Cómo puedes, gorrión, dar bienvenida 
a día tan impuro? 
No se siente el zorzal de garganta de oro 
más gozoso que tú, cuando despierta 
allá en su obscuro bosque, y en la hora 
en que las hojas tiemblan y susurran 
ante el fragante hálito 
de la mañana de ojos azulados. 
Jamás el día llega sin que yo te bendiga, 
valeroso gorrión, fiel eslabón viviente 
que con pasado inmemorial nos liga. 
¡Oh, alegre corazón de casa melancólica! 
En mil lúgubres años 
guardián de jubilosas tradiciones, 
heredaste la gloria de la naturaleza, 
de la Inglaterra siempre alegre. Nunca 
de tu osada elección te arrepentiste. 
Compañero del hombre, desde siglos 
en el Londres sombrío, desde el tiempo 
en que los cuartos bajos de techumbre 
se llenaban de aroma de estivales praderas, 
donde gozosos niños voceaban, 
recogiendo los lirios que flotaban 
como flota entre los juncos 
espantando a las tímidas zancudas. 


Al despertar por la mañana, cuando 
aún refracta el embrujo del ensueño 
la luz de la conciencia, 
oigo tu suave voz — murmullo de agua, 
o tiento entre los árboles antiguos 
que la luna ilumina — , 
y me salgo a vagar con pies ligeros. 
Yergue el cieno ante mi su cornamenta 
entre obscuros heléchos espantado, 
se abren ante mis ojos ilimitados páramos, 
y busco allí a la límpida mañana 
inmaculada de rocío, y huyo 
a otra región buscando su llegada, 
andando entre palmeras que se yerguen 
inmóviles pilares, 
de catedral inmensa y blanquecina. 
¡Hija del sol, sagrada, 
alza hacia ti mi corazón, 
dulce mensajera del alba! 
Se apagan las estrellas, 
caigo desvanecido al borde del sendero, 
y me oprime el incienso que se levanta
de miles de silvestres flores 
porque ya todas saben mi venida. 
¡Mirad cómo se alzan 
inmensas entre nubes y neblinas 
las temibles montañas! 
Con incorpóreos pies por ellas trepo 
hasta encontrar al muerto dios del Inca. 
¡Oh, gloria que te acercas velozmente, 
no me ciegues con dardos inefables) 
Despierta en mí de nuevo 
la sagrada pasión de lo pasado, 
durante largo tiempo ahogada en sangre 
por ignaros espíritus, 
que a los que te adoraban destruyeron. 
Me siento desmayar, en ti sosténme 
o llévame otra vez hasta la tierra,. 
Mis pies sienten apenas la nube giratoria, 
¿o es que tocan aún en la terrible 
cima del mundo? Lejos, 
allá abajo se mueve 
el obscuro azulado del océano, 
alzan sus olas crestas refulgentes. 
¡Jubilosa la tierra solitaria! 
¡Ríen los ríos! 
Las colinas ceñidas de boscaje 
coronadas de nieve se levantan 
con una eterna majestad desnuda; 
se han envuelto en la púrpura y el oro 
alegres porque vienes. 

¡Ya se desvaneció mi sueño, cuando 
el esplendor del sol me enceguecía, 
dejándome esta pálida, esta espectral mañana! 
Con mi sueño te fuiste, 
¡oh, mi alegre recuerdo!, y en tu huida, 
llamas a tus parleros camaradas 
tal vez de otro soñar inspiradores, 
desde techos envueltos entre nubes, 
para volar con ellos 
en rumorosa lluvia de gorriones, 
a tomar en las calles el febril desayuno, 
sin temor al barullo que allí atruena. 
Eres como el petrel intrépido y errante 
que conoce la furia 
y la desolación del océano, 
meciéndose en sus olas tumultuosas. 
Como él, cosechador de quien nadie hace caso, 
vuelas hacia el futuro, 
y tú serás de la Naturaleza 
el único testigo del instante 
postrer, en que el murmullo 
de los pasos humanos vaya disminuyendo 
en las ruinas del mundo, 
hasta morir en el silencio eterno. 


(Versión de Eduardo González Lanuza, sobre una traducción 
literal de Fernando Pozzo y Patrick Dudgeon. La Nación, Buenos 
Aires, 18 de agosto 1941). 

miércoles, 8 de octubre de 2014

The London Sparrow



Nuestro gran ornitólogo de las pampas, don Guillermo Enrique Hudson escribió en 1833 (ya instalado en Inglaterra) un verso dedicado al gorrión de Londres que iré escribiendo de a poco y con alguna ayuda traduciendo. Tengan paciencia. Aquí va:

A HUNDRED years it seemeth since I lost thee,
O beautiful world of birds, O blessed birds,
That come and go ! the thrush, the golden-bill
That sweetly fluteth after April rain,
In forest depths the cuckoo's mystic voice,
And in the breezy fields the yellow-hammer,
And over all the mounting lark, that makes
The blue heaven palpitate with ecstasy !
Nor in this island only : far beyond
The seas encircling it swift memory flies
To other brighter lands, and leaves behind
The swallow and the dove : in hot sweet woods
The gaudy parrot screams ; reedy and vast
Stretch ibis and flamingo -haunted marshes.

I from such worlds removed to this sad world
Of London we inhabit now together,
O Sparrow, often in my loneliness,
No other friend remaining, turn to thee,
Like some imprisoned wretch, who in his cell
A cricket hears, and listening to its chirp,
Forgets the vanished sunshine and the laughter.
Not oft, O winged Arab of the streets,
Thou dusty little scavenger - a bird
Ambitious bard should blush to name - not oft
Canst claim such victory : for I have known
The kings and glorious nobles of the race
Whose homely mean ambassador thou art ;
Imperial-crested birds in purple clothed
And splendid scarlet, swans in bridal white,
And many a rainbow-tinted tanager.
Ah ! how couldst thou thy birthright, liberty
In breezy woodlands, where were springs for thirst
And many-flavoured fruits to feed upon,
Resign for such a place ? - to live long years
From nature sweet in exile voluntary,
Nourished on mouldy crumbs, ignoble bird !
Imprisoned in a lurid atmosphere
That maketh all things black and desolate,
Until, as in a coin illegible To keenest Antiquary, lost are all
The signs that mark thy kind the pretty gloss
That Nature gave thee clouded and confounded,
Till to the ornithologist thou art A bird ambiguous : to others, too,
A thing offensive. Sometimes even I,
Aroused to fury by thy barrel-organ
That puts my thoughts to flight, would gladly hale thee
Before the magistrate. For thou hast not
The coyness of thy kind - for awful man
No veneration ; noisy, impudent,
Begrimed with soot, the chimney-sweep of birds
To minds aesthetic.

Roughly have I used
The liberty of a friend, and yet I know I love thee,
Sparrow, and thy voice to me -
A dweller once in summer-lands brings back
Responsive joy, as unto him that walks,
Pensive at eventide, the robin's song
'Midst wintry loneliness. Oh, my lost Muse,
If aught of thy sweet spirit is remaining
After my long neglect, in gratitude
To this my frequent, welcome visitor,
Whose little pipe from out discordant noises
Springs like a flower amidst a waste of rocks
To cheer my exile, I will strike again
The quaint and rust-corroded instrument
I played of yore, and to the Sparrow sing
My latest song, albeit now the chords
Give 'neath my touch an unfamiliar sound
To sadden me the note of time and change.

At dawn thy voice is loud a merry voice
When other sounds are few and faint. Before
The muffled thunders of the Underground
Begin to shake the houses, and the noise
Of eastward traffic fills the thoroughfares,
Thy voice then welcomes day. Oh what a day !
How foul and haggard-faced ! See, where she comes
In garments of the chill discoloured mists
Stealing unto the west with noiseless foot
Through dim forsaken streets. Is she not like,
As sister is to sister, unto her
Whose stained cheeks the nightly rains have wet
And made them grey and seamed and desolate,
Beneath the arches of the bitter bridge ?
And thou, O Sparrow, from the windy ledge
Where thou dost nestle creaking chimney-pots
For softly-sighing branches ; sooty slates
For leafy canopy ; rank steam of slums
For flowery fragrance, and for star-lit woods
This waste that frights, a desert desolate
Of fabrics gaunt and grim and smoke-begrimed,
By goblin misery haunted, scowling towers
Of cloud and stone, gigantic tenements
And castles of despair, by spectral glooms
Of fitful lamps illumined, from such place
Canst thou, O Sparrow, welcome day so foul ?
Ay, not more blithe of heart in forests dim
The golden-throated thrush awakes, what time
The leaves a-tremble whisper to the breath,
The flowery breath, of morning azure- eyed !
Never a morning comes but I do bless thee,
Thou brave and faithful Sparrow, living link
That binds us to the immemorial past,
O blithe heart in a house so melancholy,
And keeper for a thousand gloomy years
Of many a day tradition, heritor
Of Nature's ancient cheerfulness, for thee
'Tis ever Merry England ! Never yet,
In thy companionship of centuries
With man in lurid London, didst regret
Thy valiant choice, -yea, even from the time
When all its low-roofed rooms were sweet with scent
From summer fields, where shouting children pluck
The floating lily from the reedy Fleet,
Scaring away the timid water-hen.

Awake at morn when still the wizard Sleep
Refracts from twilight mists the broken rays
Of consciousness, I hear thy lulling voice,
Like water softly warbling, or like wind
That wanders in the ancient moonlit trees.
And lo, with breezy feet I roam abroad ;
Before me startled from the shadowy fern
Upsprings the antlered deer and flees away,
And moors before me open measureless
Whereon I seek for Morning washed in dews
Immaculate. To other realms I fly
To wait its coming, walking where the palms
Unmoving stand like pillars that uphold
Some hoary vast cathedral. Lift my heart
To thee, O holy daughter of the sun
Sweet harbinger - the Dawn ! The stars grow pale,
And I am fainting by the way, oppressed
With incense from a thousand forest flowers
All prescient of thy coming ! Lo, how vast,
From mist and cloud the awful mountains rise
Where ever up with incorporeal feet
I climb to meet the dead Peruvian's god !
O, swift approaching glory, blind me not
With shafts ineffable ! But re-awake
In me the sacred passion of the past,
Long quenched in blood by spirits uninformed
That slew thy worshippers ! My senses swim,
Sustain, or bear me back to earth ! My feet
Scarce feel the rolling cloud, or touch they still
The awful summit of the world ? Far, far
Beneath, the dark blue ocean moves, the waves
Lift up their lightning crests ; the lonely earth
Is jubilant ; the rivers laugh ; the hills
In forests clothed, or soaring crowned with snow
In barren everlasting majesty,
Are all in gold and purple swathed for joy
That thou art coming !

Vanished is my dream ;
Even while I bowed and veiled my eyes before
The insufferable splendour of the sun
It vanished quite, and left me with this pale,
This phantom morning ! With my dream thou fled'st,
O blithe remembrancer, and in thy flight
Callest thy prattling fellows, prompters too
Of dreams perchance, from many a cloudy roof
To flit, a noisy rain of sparrows, down
To snatch a hasty breakfast from the roads,
Undaunted by the thund'rous noise and motion :
But like the petrel fearless, fitful seeker,
The fluctuating bird with ocean's wastes
And rage familiar, tossed with tossing billows
So, gleaner unregarded, flittest thou -
Now, as of old, and in the years to come,
Nature's one witness, till the murmuring sound
Of human feet unnumbered, like the rain
Of summer pattering on the forest leaves,
Fainter and fainter falling 'midst the ruin,
In everlasting silence dies away.

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Copiado del libro: "A little boy lost" together with the poems of W.H. Hudson. (Pag. 149)
1923
London & Toronto
J.M.Dent & Sons Ltd.
New York:  E. P. Dutton & Co.

Hudson, el gorrión argentino en Londres




Además de sabio naturista, su obra lo consagró como destacado poeta;
ligó su historia a la de los pájaros
....



Si no fuese osado y hasta irreverente elegir un pájaro para simbolizar a nuestro Guillermo Enrique Hudson, yo afirmaría sin vacilar que este símbolo es un gorrión, "su gorrión de Londres". Hudson, en muchas ocasiones, en sus diversas obras, repite dos afirmaciones sobre sí mismo, evidentemente erróneas -como suele suceder cuando un artista, en su caso un escritor, se autojuzga-: la primera, que él no tenía intención de escribir su autobiografía; la segunda, que él no era poeta.
Toda su obra desmiente la primera afirmación, sobre todo la sin par "Allá lejos y hace tiempo", y queda desmentida también la segunda, con solo leer sus obras sobre ciencias naturales, sobre todo sus páginas de ornitología, en las que el minucioso y sabio naturalista es eclipsado a veces por el poeta, ante el maravilloso canto de la calandria o la belleza del cisne de cabeza negra o del flamenco rosado. Este mismo Hudson -que no se creía poeta ni biógrafo- escribió una verdadera autobiografía en verso en su poema "The London Sparrow", uno de los pocos poemas suyos que perdonó a la autodestrucción.
Este largo poema desgarrador, escrito en Londres poco antes de morir -como todo lo suyo en admirable estilo y en perfecto inglés-, resume su vida entera y expresa, quizá como ninguna otra de sus páginas, su incurable nostalgia de gaucho argentino autodesterrado en la Inglaterra de sus ascendientes.

El mundo de los pájaros

El poema se inicia, a manera de prólogo, con el vivencial recuerdo del mundo de los pájaros. No desdeña aquellos de la morada que lo acogió en su exilio: "Oh pájaros benditos que revuelan": zorzal de pico de oro, el cucú de la espesura, el pico carpintero y la "remontadora alondra por quien el cielo azul palpita en éxtasis". Pero en seguida se va con el recuerdo más allá de los mares que circundan la "Isla", a su América, a su Argentina de la pampa bienamada: "La paloma, la golondrina, la garrulería de los loros y los vastos pantanos encantados donde moran el ibis y el flamenco".
Tras este prólogo, todo el poema es una conversación con el gorrión de Londres, el más pobre, el más astroso de los pájaros de esa ciudad, un pájaro con el que se identifica, al punto de apostrofarlo como si se reprochara a sí mismo su triste vagar por Londres, casi mísero, habiendo poseído la pampa y su cielo infinito. Comienza luego su coloquio con el gorrión de Londres que es, en realidad, como una introspección.

Reproches

Lo apostrofa, primero. Le reprocha con severeridad -se reprocha- que haya sido capaz de abandonar la libre gloria de la naturaleza en que vivía para mendigar migajas en esa triste ciudad. Lo llama callejero, nómade y alado pájaro polvoriento, humilde y ruin embajador de la hermosura que ha conocido allá lejos y hace tanto tiempo.
Y le hace -y se hace- la patética pregunta: "¿Cómo pudiste renunciar a tus fueros?" Desahoga su conciencia reprochándole al gorrión su deambular por las chimeneas -"eres el deshollinador entre los pájaros"-, el haber cambiado el bosque nativo por esos tristes edificios grises; el haber dejado la libertad de un paisaje indescriptible por la mísera distancia a saltar entre tejas grises y piedras callejeras, él, que había cambiado su pingo pampa por una bicicleta mohosa.
E invoca por última vez a su olvidada musa de la poesía, para que le ayude a templar su vieja lira y se decide a cantar al denostado gorrión que es su propia imagen "y sin embargo yo te amo, gorrión" y alaba su contento y su alegre "chirrido" para anunciar el alba, que despierta también todos los recuerdos de su paraíso americano; su paraíso de belleza, de libertad y espacio, su maravilloso mundo de los pájaros, y le dice, como a un amigo, que quizás su modesto, su mísero chirriar será quizás la última voz que escuchará al morir. "A menudo no me queda otro amigo que tú en mi soledad".
Ante tan alto poema creo podrá perdonarse que yo osara investirme de gorrión de las letras, para despertar el recuerdo de Guillermo Enrique Hudson, nuestro gorrión de Londres..