viernes, 20 de abril de 2012

El hondazo



-¡Doña Griselda!...
-¡Qué!...
-Mire vecina,
mándemelo al muchacho,
pero que venga de honda pa'la huerta
pa'que me mate un pájaro.

Y allá va el gringo de pelito rubio,
piel de Judas de todo el vecindario,
y en lo de ña Rufina, apuro y rabia,
entra un poco de sol, y mucho barro.

-¡Aquél!... ¡Matalo!... ¡Negro sinvergüenza!
¡Pegamele un hondazo!...
¡Se me fue de la jaula en un descuido,
con lo bien que lo trato!...

Miré a la copa; todo altanería
con rebeliones de silbido en alto,
el tordo me miró, como diciendo:
"¿Vos tirándome a mí, siendo un hermano?"

-¿Y de áhi?...
-Vea... No puedo, 'ña Rufina...
¡Cómo me está mirando!
-¡Su trompeta sin hiel!
-¡Doña Rufina!
¡Vivo es que hay que agarrarlo!
-No, Barrabás; si se escapó no vuelve.
¡Hay que matarlo!
En el cuero ancho y fuerte de la honda
la bolita de barro
comprensiva latió; cerré los ojos,
erré , y el tordo se escapó volando.
-¡Mándeseme a mudar!
-¡Doña Rufina!...
-¡Pa su casa, bellaco!
(y entró un llanto convulsivo, mientras
él silbó agradecido de lo alto).

¡Cuánta distancia y tiempo
van desde aquél hondazo!
¿Qué habrá sido del tordo defendiendo
su libertad de pájaro?
Lo que haya sido; soledades y hambre
pudo sufrir acaso;
mejor es el imperio de la nube
que dormir y comer... pero enjaulado.

Tordo de mi niñez, hermano mío,
hombre, entendí la rebelión del canto.
El sol declina ya, pero no importa;
aún hay fuerza en mis alas... ¡te acompaño!

1 comentario:

Tolhuin dijo...

¡Qué belleza!
"...¡Cuánta distancia y tiempo
van desde aquél hondazo!..."
Genial. Un abrazo al vuelo.