miércoles, 8 de septiembre de 2010

La mirada contemplativa

Pintora: Menchu Ruiz de Almdóvar Rivera.

"Miren a los pájaros del cielo, observen los lirios del campo", dijo el Maestro de Nazareth...

Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen acaso ustedes más que ellos?” (Mateo 6, 25-26)




Filósofos y teólogos de todas clases han reflexionado acerca del origen o autor de los lirios, pero para ellos pasaron inadvertidos los lirios. Científicos e investigadores de todo tipo han considerado los componentes y funciones de los lirios, pero olvidaron los lirios. Políticos y economistas de todo género han buscado los posibles usos de las flores. Amantes y adoradores los han encontrado para ponerlos a los pies de un altar o en el pecho del amado. Artistas y gente común miran la belleza de los lirios y se esfuerzan por descubrir o delimitar su forma o al menos oler su fragancia.

Nosotros hemos sido educados para usar intermediarios, pare ser consumidores de todas las cosas, incluidos los lirios, y sólo somos capaces o nos interesamos momentáneamente en analizarlos o comentarlos como buenos periodistas, de tal modo que, más tarde, bien nosotros mismos u otros puedan aprovecharse de nuestros experimentos. Si la mayoría de nuestros contemporáneos hubieran sido testigos, dicen de los sucesos de Belén o del Cenáculo, hubiéramos tenido muchísimas mas fotografías, poro no hubiéramos experimentado esos sucesos.

Los creyentes modernos, todavía se quejan de que los Evangelistas, por ejemplo, fueron demasiado sobrios al describir los hechos de la vida de Jesús. San José debería haber tenido una pequeña cámara y una grabadora escondida, entonces nosotros hubiéramos realmente "sabido".

El ciudadano moderno medio cree hoy que el Hombre "conoce" casi todas las cosas sobre los lirios, su vida sexual por supuesto, la química de su color, la función del polen, los tipos de variedades, su valor en el mercado, sus usos simbólicos, su metabolismo con la tierra ¿y cuántas cosas más?

Sin embargo los lirios son. No lo que ellos son "allí", porque ellos son también "aquí", no lo que fueron (quizás menos contaminados en la época en que el joven rabino nos dijo que los observáramos) porque los lirios son también ahora. Observar a los lirios no es mirarlos fijamente aquí o allí, ahora, antes o después. Conocer los lirios es más que situarlos en el espacio o en el tiempo o analizar sus funciones y pares. Conocer es más que clasificar y que ser capaces de predecir comportamientos.

Para ser precisos, las escrituras nos dicen que miremos a los pájaros, que tengamos en cuenta a los cuervos y a los lirios y que de nuevo observemos lirios (Mateo 6:26f. Lucas, 12:24f.). Este no es el lugar para una exégesis literaria. Los tres verbos convergen en el mismo significado: Contemplar los pájaros y los lirios.

Mirar a los pájaros en el cielo, es verlos volar. Uno recuerda aquellos versos de Acharya Atisa, el gran sabio budista de la tradición Mahayana en el siglo XI, que decía que un pájaro sin sus alas desplegadas no puede volar hacia el cielo de igual forma que un hombre cuya sabiduría primordial no haya sido desplegada, no podrá contribuir al bienestar de mundo. (Bodhi-patha-pradipa, 35-6) mirar a los pájaros es volar con ellos. Contemplar es la actividad holística indivisible, la cual nosotros continuamente dividimos en teoría y práctica.

Contemplar los lirios no es considerar como crecen y sacar la conclusión de que nosotros no debemos trabajar. No es cogerlos como un mero ejemplo. Deshacerse de toda ansiedad, puede ser la consecuencia de mirar los lirios, pero mirarlos es un acto aún más esencial. Nosotros no miramos realmente los lirios, si lo hacemos para vencer la ansiedad. Nosotros necesitamos estar ya en calma ("morando en la calma" como dicen los budistas). La requerida no-ansiedad, para observar debidamente los lirios y mirar a los pájaros.

Realmente mirar los lirios es conocerlos, lo que únicamente es posible si nosotros somos libres, no sólo de los prejuicios, sino también de todas las otras cosas que puedan perturbar nuestra mente. En un lenguaje tradicional nosotros solo podemos conocer verdaderamente si nuestro espíritu es puro, si está vacío. Sólo la vacuidad hace las cosas transparentes y cede espacio a la libertad. "El corazón de la iluminación es el espacio" dijo Santideva, otro santo budista del siglo XVIII (como es citado en el ya mencionado Atisa).

Conocer los lirios, es llegar a ser lirio –no como consecuencia de una transfiguración- desde luego. Esto no es posible si nosotros tenemos miedo de perder nuestra identidad al convertirnos solamente en una planta, aún siendo una bonita flor. Nosotros somos más que flores como el texto nos recuerda. No estamos hablando de una "participación mística" romántica o de una identificación amorfa antes de la lógica. Cuanto más somos el otro más somos nosotros mismos. Amar al vecino como a uno mismo, no es el tratamiento amable que se le da al vecino como a otro yo. Pare estar seguros nosotros no queremos dejar de ser nosotros mismos y ser convertidos en un lirio. Pero para ser nuestro ser verdadero debemos trascender nuestro ego y llegar a ser también lirios. Esto es, llegar a ser lo que todavía no somos. Este sobrepasar nuestros límites, tiene designación filosófica de trascendencia y el simple nombre de amor.

El amor está en la raíz del entendimiento. Este es un descubrimiento que la mayoría de las tradiciones han hecho. Amor no es estar catapultado hacia lo amado. Sin conocimiento existe el peligro de la alienación, no es verdadero amor. Pero conocer sin amor no es verdadero conocimiento. Sólo es coger, aprehender, apropiarse, en definitiva un robo, un saqueo. La Ecosofía debería "saber" esto.

Conocer de verdad es llegar a ser la cosa conocida sin dejar de ser lo que uno es, "llegar a ser" no es solamente cambio, no es un movimiento de lo que somos a lo que deberíamos ser. Llegar a ser es el verdadero crecimiento del ser –siendo-. Es el verdadero ritmo de la realidad. Tener en cuenta que los lirios crecen es dejarlos crecer tanto hacia dentro como hacia fuera, en los campos de la tierra y de igual forma en el campo de nuestra conciencia y en el reino divino. Para conocer los lirios tenemos que estar con ellos. Esto es experiencia. Necesitamos mirarlos más ampliamente. Esto es observación. No necesitamos arrancarlos, hacer violencia con ellos. Esto es un experimento.

La experiencia permite que los lirios crezcan en mí, la observación me deja crecer en los lirios, experimentar es explorar el crecimiento de los lirios cualquiera que sea el uso que nosotros creamos que deban tener. Lo primero tiene que seguir el ritmo de la naturaleza, lo segundo nuestro ritmo, lo tercero precisa incluirla aceleración y ello tienen que romper el ritmo. No hay tiempo que perder. Existe un inamovible sentido de la urgencia. La vida es sentida como una labor urgente (hacer algo) no necesariamente como un acto importante (ser).

La visión de la Realidad es la visión que la Realidad tiene en nosotros, es llegar a ser real. Este es el acto humano, ser un partícipe en el mundo creativo como los Vedas nos recuerdan (RVI, 164,37). La visión de la realidad no son nuestras nuevas o viejas perspectivas acerca de lo real, sino la visión que la Realidad misma revela en mí.

Cuanto más puro y vacío esté, mayor será la visión, menos distorsionada la imagen. Nosotros somos espejos de la totalidad. Esta es la específica dignidad del Hombre, dijeron los escolásticos cristianos, ser capaz de especular, es decir, ser un espejo de lo Real.

Pero el texto no olvida mencionar en su contexto, los pájaros del cielo, las flores del campo. El cielo y el campo forman el contexto de nuestra visión contemplativa. No hay pájaros o lirios como tales –no sólo en mí- por supuesto. El cielo y el campo son os mediadores de nuestra visión, no son los intermediarios. Pájaro y cielo, lirio y campo se pertenecen conjuntamente. No hay pájaro sin cielo ni lirio sin campo y viceversa, no hay cielo o campo sin "algo" dentro. Una visión holística diferencia pero no separa. Ahora bien, hay un esplendor en sí mismo de la Realidad, el svayamprakasa de la tradición hindú. La visión entonces no es ya un dibujo objetivo o una visión subjetiva. La visión es invisible, como la luz que ilumina, pero es oscuridad en el aislamiento. Benditos son aquellos que han alcanzado la infinita ignorancia (III Centuria, 88) dice Evagrius Pontius, otro sabio de la tradición del Oeste.

La contemplación no está ciega, pero no es meramente una visión, un testigo. Es también acción. Es la construcción del templo en el cual se realiza la Realidad. Nosotros somos espectadores, actores y autores de la realidad –no cuando estamos solos- aislados, sin cuando somos todos uno, integrados. Un camino hacia esta integración y un resultado de la misma (el upaya anupaya, el camino sin camino, el no hacer nada especial del Sivaismo de Cachemira) es mirar los pájaros y observar los lirios.



La rosa existe sin por qué ni motivo: florece porque florece.

No es consciente de sí misma, no se pregunta si es mirada.

(Angelus Silesius)

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