miércoles, 15 de septiembre de 2010

Aves y literatura II


" Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.
Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos"...

Vaya por delante que a todo naturalista, y si es ornitólogo aún más, nos cabe el honor de que un ave haya inspirado lo que para muchos es la estrofa más perfecta de la poesía de todos los tiempos y de todos los países.
Es una de las que conforman el inagotable "Cántico Espiritual" de San Juan de la Cruz, sin duda uno de los grandes escritores de la Historia que más cerca sintieron a la Naturaleza en su conjunto. A riesgo, es más, de que se me tache de demasiado arrimador de agua para mi molino creo que su misticismo tiene un fuerte tinte panteísta. En cualquier caso, no cabe la menor duda de que los escenarios y las principales imágenes del poeta santo son casi siempre del mundo de lo espontáneo y de lo rural.

"La noche sosegada,
en pos de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora".

uno de sus momentos de máxima inspiración nos está metaforeando nada menos que al roquero solitario una de nuestras aves más bellas y de mejor canto. Ciertamente, que algo vivo y llamativo parezca llevar una vida de alejamiento y recato, ascética en suma, pone fácil la relación. De hecho, el mismo San Juan de la Cruz en los comentarios de sus propios versos reconoce que se sintió o fue hecho como el "paxaro solitario" como una suerte de iluminación porque las cualidades del ave, se entendía entonces, eran nada menos que se pone en lo más sobresaliente, que mira como casi todas las aves permanentemente hacia donde sopla el viento, y en consecuencia acepta el profundo mensaje del aire. La soledad sería la tercera cualidad, desapego de los demás que tanto requiere el misticismo. Aducían, al mismo tiempo, que no tenía color, si bien el roquero macho es de una brillante coloración azul oscura. Por último, la belleza del canto evoca, como siempre lo ha hecho a lo largo de la historia de la poesía, iguales capacidades por parte del poeta.

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