
Van las aves
sumergidas en el aire
volándonos a lo lejos.
Tan densos. Y riesgosos.
Tan de aquí mismo y atenidos
a los goces primarios
que sólo engendran la melancolía.
Y nos saben astutos
pero necios
capaces de agostar la distancia
antes de usufructuar el vuelo.
Quizás nos tengan lástima y por eso
regalándose a nuestros ojos ávidos
algo nos permiten de su aire.
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